Juan Alfredo Terán Bejar se despide. Abrazó a sus compañeros de trabajo en el último día en que se desempeñó como ferroviario. Cumplió 43 años ininterrumpidos de labores sobre rieles y le tocó jubilarse. Hoy recuerda que a sus 17 años ingresó a la empresa, justo cuando su padre, también maquinista ferroviario, moría por una complicación pulmonar.
“En la familia Terán Bejar todos somos ferroviarios, mis abuelos, paterno y materno, se formaron en esta empresa. Yo desde jovencito aprendí a conducir locomotoras de vapor, me formé en la Escuela de Capacitación Ferroviaria con tutores alemanes y japoneses. Empecé como fogonero en Viacha, luego fui destinado a Oruro, a Cochabamba, a Tupiza, a Uyuni, a Potosí. En fin, ser ferroviario me hizo conocer y querer a todo mi país”.
Juan Terán tuvo que equilibrar su trabajo y su responsabilidad como cabeza de familia, la esposa y sus dos hijos, hoy profesionales, que lo siguieron por todos los destinos a los que la vida ferroviaria les llevó. “Cuando no había buenas carreteras, el tren era el transporte por excelencia, llevábamos hasta 750 pasajeros por viaje, fueron buenos tiempos”, comenta el último de los maquinistas que tuvo la experiencia de conducir una locomotora a vapor, pasando por las Hitachi, Mitsubishi y, este último tiempo, la moderna SALi.
Después de 43 años cree que cumplió como ferroviario y se despide siendo Jefe del Departamento de Tráfico. “Di mucho a Ferroviaria Andina y la empresa me dio todo, me voy feliz, vuelvo a casa y agradezco a mi familia ferroviaria que siempre estará en mis mejores recuerdos”, concluye Juan en medio del cariño de las nuevas generaciones que seguirán su destino.